Coprolitos Cavernarios

El equivalente literario de las cacas fosilizadas de un cavernícola con
síndrome de Peter Pan, para lectores con el sentido del gusto atrofiado
y la sensibilidad de una estalactita

20.4.14

De Calisto a Melibea en el Vigésimo Quinto año de su Casamiento

De Venecia, en 16 días del mes de Mayo de 1530.


Yo por grande bien tengo que cosas tan señaladas (y por ventura tan agradables de mi natura) como los amables trances en que nos vimos en los tiempos mozos de vuestro cortejo, vengan hoy a mi recuerdo y no hayan sido sepultados en el campo del olvido. Veinte y cinco años son pasados ya del feliz casamiento que nos unió a vos y a vuestro sirviente que os escribe, haciendo vuestra mi vida.

¡Oh mi ángel y mi gloria toda! Nunca otro goce hubo para mí sino tener vuestros delicados brazos en los míos. Aquí, sin vos, en esta tierra fuerte de Venecia, no sé si sueño o velo acordándome de vos, señora mía y mi bien todo. Ya me parece hacer cien años que no veo vuestro rostro, y dos cientos que vuestra dulce voz, oh amada digna de tal nombre, veía yo sonar con vuestros rubicundos labios. El tiempo corre para mí, según creo, como el agua en los canales desta ciudad: lento como musgo en los bosques. Y no de ál me consumo que de impaciencia de gozar juntos el grande amor que nos tenemos. Mas numerosos deberes me retienen junto a Messer Orsini en la Chancillería, y sólo entre sueños puedo ver las gracias que en vos juntó Natura.

Mañana al alba, tesoro y hacienda mía, partiremos a Florencia en orden de cortar nuevo traje para el delegado de la señoría, Messer Bernardo Machiavelli, vástago mayor de aquel ilustre Niccolo que en su día apartara la ávida mirada del Borgia de sobre la República. Con nuestro hijo Calímaco os envíaré unos libros y diez brazas de lino florentino que compraré y que quisiera trabajaseis para mí. Sé que llevaréis a término la labor con maestría y con gozo; de bien os servirá distraeros de los criados y de las mozas.

Aquí cesa mi razón, gentil amiga y esposa amada. La fortuna adversa me sigue junta, esforzada en negarme descanso destas querellas con los Estados de la Italia. Mas no os fatiguéis. Pronto será mi vuelta y juntos, como en estos luengos tiempos, haremos de nuestras vidas hechos de este dicho:

Per aspera, ad astra.

Que os cuidéis ruega
Calisto.


(Jean Mallart, 1998)

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Ultimate Warrior


ULTIMATE WARRIOR


Jean Mallart
(Murcia, 1993)


Diosss, cada viernes lo mismo. Puta mierda de Pressing Catch y puta mierda de compañero de piso. Pero qué subnormal. Porque para ver esa mierda cada viernes sin falta ya hay que ser tonto, pero es que encima se lo cree, el muy capullo. Que no me jodan: para eso hace falta ser un auténtico imbécil. Y Claudio lo es, sin duda.

¡Joder! Se le oye desde mi cuarto, que está al lado del salón, y no puedo concentrarme.

—¡Dale, Enterrador, éntrale ahí! ¡Así, con fuerza! ¡Dale ahí! ¡Bah!

¡No! Otra vez el Enterrador. El favorito de Claudio. Menuda sesión de estudio me va a dar. Dios, qué gilipollas es el tío.

—¡Mátale! ¡Mátale!

Ya está bien. Se va a enterar.

—Joder, Claudio, controla un poco, que estoy estudiando.

—Baaah; vete a tomar por culo a tu cuarto, no me jodas.

¡Coño! ¿He alucinado o me ha mandado a tomar por culo? Cagontó...

—Eh. No te pases que me conozco.

—Bah. Pasa de mí.

—Clau...

—¡Joder, pesado! Déjame ver esto, ¡que es la final de la WWF, joder! ¡El Último Guerrero contra el Enterrador! ¡La leche!

Yo te mato, cabrón.

—Por favor, Claudio. Mañana tengo un examen y quiero repasar. Así que haz ¡el puto favor! ¡¡de bajar la voz!! ¡Hostia!

Claudio no se mueve.

Miro la tele. El Enterrador ha cogido al Último Guerrero, le ha levantado en vilo y se dispone a lanzarlo fuera del cuadrilátero. Aún está en garantía; si le doy una patada y la jodo, ¿me darán otra en la tienda? No creo.

—Pero tú de qué vas —dice el muy mamón—. O sea: es viernes, toca divertirse, ¿y me lo quieres joder? ¿Me lo vas a joder tú? Anda ya. A mí nadie me jode nada.

Me cago en su puta cabeza. Será cabrón. Me dan ganas de partirle el cráneo.

—No quiero aguarte la fiesta. Quiero estudiar y tú no me dejas. Bastante me jode ya tener que ir en sábado a hacer un examen; sólo faltaría que lo suspendiera.

—A mí eso me la suda.

Ya está. Ya está. ¡Será hijoputa!

—Mira que eres hijoputa.

—¿Qué? ¿Qué has dicho? Mira que...

—¡Hijo de puta! —De un salto, me coloco detrás de Claudio, le agarro por el cuello y empiezo a machacarle un ojo con el puño. En la pantalla, el Último Guerrero le está dando caña al Enterrador. Se va a llevar el cinturón. Fijo.

—¡Hijoputa, hijoputa, hijoputa! ¡Te voy a matar, cabrón, papanatas, tío mierda, niñato, subnormal!

El Último Guerrero se agarra a las cuerdas, da una voltereta y le arrea al Enterrador una patada de kung fu en toda la cara. Claudio cae al suelo. Le piso la cabeza. Parece que el Enterrador no se levanta. El Último Guerrero se le echa encima. El público ruge. Claudio gimotea. El árbitro se arrodilla y da una palmada. ¡Dos! ¡¡Tres!! ¡El Chandler Pavillion estalla, señoras y señores! ¡Claudio está K. O.! ¡El cinturón es mío! ¡Viva el Último Guerrero!

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